TUOPIA.


jueves, 29 de julio de 2010

                                      
El Tren de la discordia y las sierras.

Si se mira por las ventanillas al mundo, se despliega una gama de horizontes multicolor que las sierras pueden entregarnos a cada minuto que pasa cuando recorremos sus contornos a salvo dentro de los vagones del tren, cada loma y cada río tiene su espectacularidad, colores y formas gobiernan cada trazo por metro, los túneles que recorren las vías actúan como el flash de una cámara en un momento obscuridad y en el otro de repente, el asombro, cargado de risas y gritos de los pequeños pasajeros que acompañan, algunos por primera vez, otros ya acostumbrados por padres trabajadores que recorren cada kilómetro en busca del pan de cada día.
Cada asiento y cada persona son diferentes los unos a los otros, 53 rostros son los diferentes, sin contar los que viajan o viajamos parados.
Así como cada rostro es diferente, es también diferente por ende cada personalidad, pero a la hora de ponernos en el lugar del otro parece que esto queda machacado por la desigualdad, por la falta de comprensión y coherencia y principalmente la falta de consideración de los unos para con los otros.
Yo comprendo que el interior de Córdoba en gran parte convive con el turismo como una expresión de su razón de ser, pero es también sabido que si convivimos con el turismo debe respetarse la forma de vida de cada ciudad y pueblo, no trastornarlos para que la ajetreada agenda política sea más factible realizarla.
Podría narrar lo sucedido pero me es mas fácil utilizar el dialogo vivo de estos pasajeros, el contexto de la situación es el siguiente, ultima semana de julio por ende, vacaciones de julio de los escolares en buenos aires, el turismo aumenta, así mismo es un miércoles feriado para la escolarización de Córdoba, taller docente provincial, de Guatemala a guatepeor.
El tren prepara su salida más temprano que de costumbre, el turismo rige por encima de las garantías de poder volver de trabajar de forma económica para el normal de pasajeros que vive en la zona que reside en la periferia de las vías.
Ingreso al tren y me siento junto a tres chicos (los asientos son filas de cuatro asientos, dos y dos enfrentados), me siento en el que esta junto al pasillo, a lo que al instante empiezan a ingresan mas pasajeros, la mayoría de ellos mujeres con niños pequeños y uno que otro joven de 20 o mas.
Una pasajera que ingresa con dos niños, ve que nadie cede el asiento:

Yo- señora, siéntese acá, yo no tengo problema.
Señora 1- pero no, quédate sentado.
Yo- pero no tengo problema y aparte esta con dos chicos, chicos.

Ella me da las gracias y se Sienta con los chicos en el asiento.

El pasajero que estaba sentado antes al lado mío, me dice fíjate que mas adelante seguro debe haber un asiento, a lo que el, ni se levanta lógicamente.
Yo camino mas adelante en el vagón y me encuentro con un asiento junto a una familia que sobraba.
La señora que estaba sentada anteriormente junto a estos chicos vuelvo a verla parada junto a sus hijos, por lo visto había llegado un pasajero mas amigo de ellos que le pidió el asiento (¿vale aclarar que eran boy scouts?) para poder estar juntos a lo que vuelvo a ceder mi asiento pero ella me pide que me quede sentado ya que le dieron nuevamente el asiento en la fila del frente por lo cual me quedo sentado viendo que no había mas gente parada.
Pasan minutos esperando que arranque el tren y nuevamente ingresan pasajeros al tren, todos ellos como generalmente pasa en estas fechas, madres con hijos.
Recorren el pasillo y nadie, pero ni un alma, es capaz de dar sus asientos, nuevamente y ya tragando una gran cantidad de indignación ajena, cedo mi asiento:

Señora 2- gracias joven, vengan chicos acá ahí un asiento.

En los asientos contiguos se encuentra una familia, dos hombres y dos mujeres en ambas filas, los niños y las mujeres sentadas al igual que sus maridos, hombres jóvenes y despreocupados por lo visto.

Señora 3- discúlpeme caballero pero ¿podría ser más considerado y dar el asiento para las mujeres y niños que están parados?

Señor joven 1- bueno si, tome el asiento señora.

Señor joven 2- señora el llego primero

Señora 3- se trata de ser considerados, nada más, para que los chicos no viajen parados.

Señor joven 2- bueno si, pero el señor solo le esta informando que el estaba sentado primero.

La señora larga una cara de indignación y sigue buscando asientos, yo ya no aguanto más y tengo algo que decir:

Yo- discúlpenme pero con todo el respeto del mundo, ¿son dos personas maduras supuestamente no?

Señor joven 2- si

Señor joven 3- si

Yo- Bueno, me parece que si acá ahí madres e hijos parados, deberían darle el asiento a las señoras e hijos en vez de quedarse cómodamente sentados.

Señor joven 2- en buenos aires…

Yo- no se como es en buenos aires, debería ser así en todo el mundo.

Señor joven 3- ¿sabes la cantidad de quejas que va a tener el libro de quejas de la empresa?, no es nuestra culpa, es una cuestión de desorganización de la empresa, yo me voy a quejar cuando lleguemos.

Yo- ¿tenemos que esperar que nos organicen otros por que no somos capaces de organizarnos?

Señor joven 3- seguramente no, pero igual me voy a quejar, yo no tengo por que dar mi asiento si pague para que pueda viajar sentado con mi familia.

Señora 4- pero el joven tiene razón (mientras hablaba con otra pasajera refiriéndose a lo que yo decía)

Yo- bárbaro, quéjese, tiene razón, pero sin embargo usted sigue sentado, predique con el ejemplo, no con la palabra.

El pasajero no me devolvió una respuesta y se dedico a ver por la ventanilla haciendo de cuenta que no existía nadie, o quizás por la indignación de que otra persona lo puso en su lugar, por una u otra razón, me quede tranquilo de haber dicho las cosas que se debían decir en el momento. A los minutos el joven numero dos se levanta y da el asiento mirándome y pidiéndome disculpas que no me las debía a mi por lo que dije, si no que se las debía a la señora a la cual no le cedió su asiento y había quedado esperando un lugar con sus hijas. En ese momento me di cuenta que a pesar de la protesta algunos oídos todavía escuchan, pero por supuesto el señor del libro de quejas miro pero no se levanto, parece que le carcomía la culpa pero que la comodidad no tenia por que perderla.
Los jóvenes boy scouts se pusieron a cantar con los niños que viajaban, los chicos se reían pero una de las madres parece que no le hacia ninguna gracia que siguieran sentados por mas simpatía que le pusieran al asunto, al tiempo afloja y empieza a cantar también. El sofocón paso, pero la indignación queda.
Parece que en tiempos como estos, ser un poco mas humano y demostrar que podemos ponernos en el lugar del frente es mas difícil de lo que parece, pero vale la pena al menos dar el ejemplo y lograr que otros comprendan el mensaje, el cambio empieza por casa, estamos inmersos en una masa con falta de responsabilidad y de liderazgo para llevarnos al cambio y que todos tengamos las mismas posibilidades, ojala esto se repita cada vez menos, si no, que será de nosotros.
Mientras todo esto ocurría adentro del tren, me puse mis auriculares y mire cada detalle fuera de las ventanitas, mientras todos se peleaban por un asiento, en uno de los andenes frente a el, dos niñas jugaban en el pasillo de una casa, con sus patines, mientras una se paseaba de un lado al otro, la mas pequeña se agachaba y apoyaba las palmas de las manos en el suelo apoyando la frente con las rodillas flexionadas, se levantaba giraba y se agarraban de las manos girando, ambas con una sonrisa feliz en sus caras, como decían, la felicidad esta a la vuelta de cada esquina o en este caso, de cada anden.

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